Los zumos de frutas, especialmente los agrios y los amargos, han formado parte de la cocina española desde tiempos antiquísimos, como demuestra la lectura de los autores culinarios clásicos (Nola, Granado, Altimiras, Montiño...); el vino, por su parte, tampoco estuvo ausente en los fogones: los tintos, para guisos de carnes; los blancos, también para carnes y para pescados.
Pero... ¿y la sidra?
La culinaria asturiana de la sidra, hoy muy fomentada en la práctica totalidad de los restaurantes y a la que varios concejos le dedican festivales, es invención más bien reciente cuya antigüedad se remonta a unos 25-30 años como máximo, aunque de hecho sí se cita como ingrediente en la elaboración de dulces, mermeladas y jaleas de manzana.
Se dice —y todo parece confirmarlo— que la entrada de la sidra en los fogones asturianos tuvo su origen en el ovetense Restaurante Nalón cuando en 1965 se preparó para el profesor y académico Emilio Alarcos Llorach una merluza muy especial, plato en el que entre otros ingredientes (que Esmeralda, la propietaria, guarda con celoso secreto) figuraba la sidra. Días después el Nobel Camilo José Cela, en compañía del profesor Alarcos, degustó la preparación, dio su aplauso... y desde entonces la sidra sentó sus reales en la cocina.