Allá por el año 1588, en tiempos del reinado de Felipe II, el Prudente, uno de los navíos de la famosa Armada Invencible (que luego resultó ser vencible y vencida), de nombre El Salvador, encalló frente a la costa francesa de Normandía. Los franceses dieron en llamar a este barco Calvador y, finalmente, Calvados. Desde entonces, a esa comarca de la Normandía, importante por su producción sidrera, se la denomina con tal nombre y el aguardiente de sidra, elaborado allí, envejecido en roble, también se le llama calvados.
La tradición asturiana de destilación de sidras para la obtención de aguardientes se remonta, al menos en la comarca de Ribadesella, al siglo XVIII-XIX, pues consta que en ese puerto ya se cargaban veleros con aguardiente de sidra con destino a Hispanoamérica. En este siglo, tanto en Ribadesella como en Villaviciosa y en Colloto, se hicieron intentos para elaborar un brandy de manzana similar al calvados francés (de hecho, en Colloto-Oviedo, se llegó a comercializar este producto que hoy, en manos de coleccionistas, alcanza elevadísimos precios de mercado), pero todas estas iniciativas no fueron acompañadas del éxito deseable.