La cocina en la casa asturiana

Gastronomía de paisaje
Cocina de paisaje
Asturias

Sea cual fuere el tipo de vivienda campesina tradicional en Asturias, se observa que indefectiblemente cumple las tres funciones básicas exigibles a una construcción rural eminentemente agrícola:

  • La casa como habitación de personas y de animales (éstos ubicados en construcciones anejas que reciben el nombre de corral, cuadra o corte).
  • La casa como granero o despensa, complemento del hórreo o de la panera. El desván o sollau, situado en la parte más alta de la vivienda, justo debajo del tejado y normalmente a teyavana (sin protección o cubierta complementaria) desempeña esta misión: almacén de patatas, cebollas, ajos, castañas, nueces..., incluso enseres viejos o en desuso en previsión de una futura utilidad. Puede disponer o no de pequeñas ventanas (luceres, sollates que faciliten la iluminación y la ventilación.
  • La casa como espacio social que permita la relación con otras personas, la ejecución de ciertas labores comunitarias, etc. La sala, los dormitorios, el corredor juegan un papel importante en esta función.

Sin embargo, es la cocina el local doméstico donde radica la esencia de la vivienda y donde con más significación se manifiestan las posibilidades de interrelación. La cocina, como escribe el arquitecto Erhard Rohmer, «además de ser el centro de la vida doméstica, es el lugar donde se desarrollan diversas e importantes facetas del vivir campesino». Del mismo modo que la plaza (lugar de mercado, de fiesta o de reunión), la iglesia o las tabernas representan el «centro de la vida social externa, la cocina lo es de la vida social interna».

De la cocina dependen y en ella se centran:

  • Las labores propias de la alimentación (en ella se preparan los alimentos y en ella se consumen; la sala o el comedor únicamente se utiliza en ocasiones excepcionales, como pueden ser celebraciones festivas, bautizos, comuniones, funerales, comidas o cenas de matanza, invitaciones de compromiso...).
  • Las labores más importantes relacionadas con la limpieza e higiene (lavado de ropa y de utensilios, planchado de la ropa, etc.).
  • Diversas labores artesanales, especialmente en épocas de invernía (confección de cestos, de pequeños útiles de madera como cuencos, xarres, etc.) y domésticas (costura, bordado, tejido, etc.).
  • La exposición de los utensilios precisos para la preparación de alimentos (cacía) y para su consumo; además de otros enseres de indudable importancia doméstica (calderos, ferradas, maseras..

La cocina es, además, un verdadero núcleo de vida familiar y comunitaria: en ella se reúne la familia, al calor del fuego, para charlar y contar (ahora, en estos tiempos, para ver la televisión); para xugar a les cartes (generalmente a la brisca); para recibir al vecindario, al que suele invitarse a un café con pingarates (complemento de anís o de brandy). .. La clásica estampa del abuelo contando cuentos a sus nietos, auténtica fuente de transmisión de tradiciones, es la mejor fotografía que refleja la función sociofamiliar de la cocina.

Así lo describe Francisco González Prieto, Pachu'l Péritu, en La vida asturiana nun cientu sonetos:

«Al esmucise'l sol pe la colina
empovinen pa casa les muyeres,
y los homes recueyen los enseres,
el ganadu y la paya porqu'orpina.

Siéntase la reciella'na cocina
a la lluz del candil o les llumbreres,
y descolguen de les calamieres
el pote de les fabes con cecina.

Cómenles co la torta'n escudielles;
y hay castañes pelaes amarielles,
y la manzana qu'acabó d'asar.

En rezando'l rosariu da un conseyu
a los mozos y neños el más vieyu,
y cunta cuintos al empar del llar».

José Caveda y Nava, villaviciosano que llegó a ser consejero de Estado, director general de Agricultura, Industria y Comercio, académico de la Lengua y de la Historia, es el autor de estos versos, espigados de su poema La vida en la aldea, escrito bien entrado ya el siglo XIX:

«... Cuando de la llabor con sustu y pena,
fartu de trabayar, pero contentu,
vólvio pa casa a esmorullar la cena,
anque con bones ganes, non famientu,
nin la conducta propia nin la ayena
vienen entós a dame sentimientu:
siéntome xunto al fuebu, y la reciella
axúntase al olor de la escudiella.
Llevántase en el llar la fogarada
que fai la lleña seca de carbayu;
afumen les fariñes; currucada
Tuxa col cuyarón cabu el mio tayu
reparte a cada cual la so platada,
y mirándome en tientes y al soslayu
onvidame dempués cola cuayada;
doi a los neños, como lo que quiero,
y a Dios que me lo dio, rezo primero.
Ya fartuca la xente y placentera
con ixuxús atruena la cocina;
Tuxa se pon alegre y gayaspera;
reblinca el pequeñín, canta Xuanina
'El galán de esta villa' a so manera,
y yo enriestro panoyes entretantu
atentu a los trebeyos y al so cantus».

Escenas hogareñas que se repiten, acá y allá, por todo el suelo asturiano. La lectura del poema «La vida de xunt'al fueu», escrito en 1925 por José Benigno García, Marcos del Torniello, es otro ejemplo más de lo dicho:

«Llegando la noche / la xente se alberga
con paz y sosiego / del llar a la vera.
N'escaños de roble / por orden se asientan
los vieyos primero / dimpués la reciella:
la güela que fila / col fuso y la rueca...
la madre que cueye / los puntos na media
del neño postrero / que mama la teta;
el padre que cuese / con una correya
sobeo y cornales / mullides, ecetra;
y, en fin, la canaya / que non está quieta,
pensando no mucho / que tarda la cena».