Humilde y modesto manjar nacido en el pueblo y para el pueblo. Consecuencia final del pan sobrante, al que había que dar destino de nutrición; de ahí que su uso se extienda por todo el suelo patrio y alcance, en algunos casos, nombres de identificación localista (sopas de ajo castellanas, sopas de ajo leonesas, sopas de ajo salmantinas, etc.).
Las sopas de ajo, en su sencillez, solamente exigen agua, ajo, aceite, pimentón y... pan; pan como aquél que, al decir de muchos, dejó de fabricarse allá por 1936.
Pan como el que añoraba Azorín con la melancólica glotonería de las cosas puras:
«Tengo vivo afecto al pan: evoco ahora todos los nombres tan españoles del pan de España: hogaza, molletes, rosca, libreta, telera... No bebo más que agua y el agua es para mí un lujo y una voluptuosidad...».
Un buen pan de hogaza, como el que aún se elabora por Castilla, por León, por Galicia y... por el occidente de Asturias (Tineo, Cangas del Narcea...). Un buen pan y unas manos hábiles, bañadas en calor de hogar, son los ingredientes precisos para el éxito del plato.
Sopas de ajo, deliciosas sopas de ajo a las que Ventura de la Vega, literato, secretario de Isabel II, académico de la Lengua y esposo de la celebérrima cantante Manuela Oreiro de Lema, compuso en el invierno de 1845 (concretamente en una cena celebrada en casa de Patricio de la Escosura) un precioso poema al que prestó su música, en 1862, el maestro José María Casares.
Este es el texto:
«Ancho y profundo cuenco, fabricado
de barro, como yo, coloco al fuego;
de agua lo lleno; un pan despedazado
en menudos fragmentos le echo luego
en sal y pimentón despolvoreado;
de puro aceite tímido lo riego;
y del ajo español dos cachos mondo
y en la masa esponjada los escondo.
Todo el calor del fuego hierve junto
y en brevísimo instante se condensa
mientras de aquel suavísimo conjunto
lanza una parte en gas la llama intensa;
parda corteza cuando está en su punto
se advierte en torno y los sopones prensa;
y colocado el cuenco en una fuente
se sirve así para que esté caliente».
El pimentón que se utiliza en Asturias para condimentar las sopas de ajo suele ser murciano o extremeño. En muchos casos, las sopas se complementan con huevos escalfados en ella (enteros o batidos) y, si se está en tiempos de matanza, con trozos de hígado fresco del cerdo (sopes de fégadu) previamente pasados por la sartén.