El tasajo

Gastronomía de paisaje
Cocina de paisaje
Asturias

Los celtoastures y posteriormente los romanos conocían y practicaban el arte de la salazón, forma de nutrir de carnes las despensas para tiempos de escasez. Pasado el tiempo, cuando los monasterios detentaban el comercio de la sal, las salazones (carnes encecinadas, jamones, lacones, etc.) fueron práctica conventual y riqueza alimentaria.

El término tasajo no es asturiano; la documentación más antigua con significado, sin más, de trozo de carne data del siglo XV y de comienzos del XVI y está tomada del Cancionero de Rimas de Pedro Guillén de Segovia, y de los textos de Juan de Padilla, de 1521.

En este sentido de trozo de carne parece utilizarlo Cervantes: « y Sancho se fue tras el olor que desprendían de sí ciertos tasajos de cabra que hirviendo al fuego en un caldero estavan...».

Covarrubias, ya en el siglo XVII, deriva esta palabra del término latino taxare y la define como «carne salada y seca porque se parte en pieças para que le entre mejor la sal». Sería lo que hoy se llama cecina, tal como lo describe Vélez de Guevara en El Diablo Cojuelo (s. XVII): aquel cavallero tasajo que tiene el alma en cecina...».

Se acepta como muy probable el consumo de tasajo en los monasterios y conventos asturianos («... acostumbran por la mañana farro de harina de cebada con tasajos de carne de salada», dice un documento anónimo) y, lógicamente, en las gentes próximas a ellos. Parece ser que «se cocía el tasajo en agua; después de deshilachada y luego, en la sartén, se hacía un revuelto con huevos batidos».