El aprovechamiento inteligente de las sobras es una práctica que se repite constantemente en los recetarios monacales de cocina y que, en buena lógica, hubo de pasar a las gentes que se relacionaban con tales monacatos. Los buñuelos de leche, propios del occidente astur, basan su esencia en el pan asentado; es decir, en el pan que aún conserva parte de su humedad y textura originales, aunque haya perdido algunas de sus características primarias (corteza crujiente, etc.).
Esta es su fórmula: El pan, ya migado, se amasa con huevos batidos; cucharadas de esta mezcla se fríen en aceite caliente y cuecen después a fuego suave durante una media hora en leche con azúcar y mantequilla perfumada con ralladura de limón y una ramita de canela. Se sirven acompañados de la misma leche dulce y se comen con cuchara.
Según la persona informante «eran muy sabrosos y había familias que los daban de postre en las fiestas».