La especial geografía asturiana obligó, como consecuencia de unas deficientes o nulas comunicaciones entre pueblos, a la necesidad del autoabastecimiento y, por tanto, del autoconsumo. Tiempo atrás —y no tan atrás— resultaba muy difícil, cuando no casi imposible, la comunicación entre pueblos relativamente distantes, circunstancia que acarreó un casi nulo intercambio cultural (y no se olvide que la Gastronomía también es Cultura) entre ellos. No es de extrañar, por tanto, que en Asturias se den tan diversos hechos de habla (bables), tanta variedad de creencias y costumbres y, por supuesto, tan múltiple diversidad de cocinas. Unicamente se ha de exceptuar la uniformidad que se manifiesta en la cocina marinera, consecuencia del trasvase humano y de culturas entre las gentes de la mar.
La cocina asturiana es individualista o, dicho en otros términos, visceralmente localista. Una cocina basada en los productos de la comarca o municipio y, en cierta medida, en los de las zonas de proximidad. Diversidad de quesos, diversidad de guisos, diversidad en el tratamiento de embutidos y salazones, diversidad en las especialidades dulceras, diversidad incluso en el uso de bebidas.
Esta es, así de simple, la realidad gastronómica de Asturias: individualismo localista en variadísima oferta culinaria.