Dice un refrán que por San Antón, la gallina pon; festividad que corresponde al 17 de enero para celebrar el patronazgo del santo abad sobre todo tipo de animales.
Los huevos han estado ligados desde siempre a la alimentación humana e, incluso, a muchos mitos, ritos y tradiciones. Las técnicas modernas de avicultura y los avances en el estudio de la alimentación animal y selección de razas han contribuido a una popularización del producto que, al par que a su abaratamiento, conducen a una disminución si no de calidad, sí de sus cualidades. El asturiano distingue perfectamente entre huevos de aldea y huevos de granja o químicos.
Esto no es nuevo. Ya a comienzos de siglo (en 1910) se escribía lo que sigue:
«Con el nombre de huevos claros son conocidos los huevos no fecundados, es decir, los que dan las gallinas que están sin gallo o con gallo ya viejo e inservible. Estos huevos se conservan mucho más tiempo que los huevos fecundados. Los grandes establecimientos modernos de avicultura, montados a base de la producción de huevos para el consumo, generalmente producen siempre huevos claros».
Muchas son las formas de consumo de huevos. Desde la simple preparación de pasados por agua (dándoles un hervor mientras se reza un credo) hasta la más sofisticada de las tortillas o el más imaginativo de los revueltos, hay todo un mundo de fórmulas y de recetas. Entre todas ellas hay dos que destacan con luz propia: huevos fritos con patatas fritas y chorizo (o jamón) y la tortilla de patata, también llamada a la española.