En estos últimos años la hostelería gijonesa ha intentado revitalizar, coincidiendo con la festividad de San Miguel, un curioso platillo de carne que, con el nombre de niños envueltos, parece ser que fue frecuente por las mesas gijonesas a partir del primer cuarto del siglo XX.
Manuel María Puga y Parga, el gallego autor de La cocina práctica, obra que en 1916 ya iba por la quinta edición, da cuenta de unos cilindros de ternera muy similares a las envueltillas de ternera recomendadas por Nieves en Ramillete del Ama de Casa.
El nombre de niños envueltos aparece citado por primera vez en un recetario asturiano en 1909, concretamente en el Libro de Cocina de las hermanas Bertrand. Este es su tenor:
«Niños envueltos de Jacinto: tómase carne y se abre batiéndola mucho. Pónense luego longitas de jamón y tocino, cañas de peregil y rajitas de huevo cocido. Se enrolla con cuidado y se ata con un hilo fuerte. Se reboza en harina y se pone a asar con grasa y un poquito de cebolla, y de cuando en cuando, para que tenga más sustancia y salsa, se añade caldo».
Con este mismo nombre de niños envueltos Laína Uría Ríu, en La cocina de mi casa, regala esta fórmula:
«Se preparan unos filetes finos de ternera. Se rellenan con huevo duro, jamón picado y aceitunas. Se enrollan y atan. En el mismo aceite en que se han frito los rollitos, se fríe un poco de cebolla bien picada, se le echa caldo y vino blanco. Viértase sobre los rollitos y cuézanse en esta salsa. Un poco antes de terminar la cocción se les añade ajo y pan frito machacado en el mortero».