Las sardinas

Gastronomía de paisaje
Cocina de paisaje
Asturias

Pescado humilde nacido para satisfacer a pobres y ricos; capaz de conjugar en su sabor único los múltiples sabores que la mar ofrece. Su nobleza destaca en los colores de su piel: azul y plata en sus escamas, rojo de sangre fresca en sus agallas... El viento lleva su perfume inconfundible desde cualquier sitio donde se asen o frían hasta los más alejados lugares: es la invitación tentadora a la que nadie puede sustraerse.

De las sardinas han tratado escritores, poetas, historiadores, cocineros... Nola, Montiño, Granado, Altimiras... todos, absolutamente todos, abundan en recetas sobre este pez que, según se cuenta, era muy solicitado por el emperador Carlos en su retiro de Yuste.

«Las sardinas, escribió Cunqueiro, están en comida por el verano. Una sardina en julio o agosto está perfecta para asar, tiene la grasa a punto y la da generosamente cuando sacada del fuego se la tiende sobre un pedazo de borona o de pantrigo». Dicen los entendidos que la mejor forma de prepararlas es asarlas a la parrilla, enteras, con toda su tripa, saladas y sin escamar. Hoy la parrilla fue cediendo su puesto a la plancha y a la sartén.

Antiguamente se preparaban trechadas y, también muy frecuentemente, secas en salazón (sardinas arenques), que se consumían simplemente asadas, en tortilla y en empanada.