El mundo de la mar va mucho más allá de los puros límites industriales y gastronómicos. No puede entenderse sin penetrar en ese tesoro de mitos, leyendas y tradiciones que gravitan sobre los sentimientos de esas gentes, que de ella, en ella y por ella viven.
Mitos y leyendas como las de aquellas sirenas —serenas— que encantan con sus canciones y promesas a marineros desprevenidos:
«Albur, congryo nin morena,
nin de Mena
truchas por Dios non combredes;
nin faredes
fijos en muger ajena;
que condena a grant pena
e deslena la serena
con muy dulçe cantar
por dannar
los que van por la mar llena».
según acredita el Cancionero de Juan Alfonso de Baena, del siglo XV, y repiten tantos y tantos cantares asturianos:
«En el medio de la mar
oí cantar la serena;
¡Válgame Dios qué bien canta
una cosa tan pequeña!».
El marinero asturiano cree en las sirenas, en el diañu burlón que persigue a los pescadores de costa para distraerles en sus trabajos, confía en santos patronos la salvaguarda de sus vidas y la seguridad de una pesca abundante, aunque, a veces, olvide sus promesas:
«Virgen, si me dais un pez,
de aceite os daré un cuartillo.
Y luego el pez en la cesta,
el aceite... pa freílo».
San Roque, la Virgen de la Guía y, sobre todo, la Virgen del Carmen copan prácticamente todo el patronazgo de la marinería asturiana; las procesiones marineras que los pueblos pescadores realizan en honor de sus vírgenes o santos patronos son público ejemplo de una vieja y tradicional devoción.
Dentro de ese enorme caudal de tradiciones, hay dos que sobresalen con luz propia: el Cristo de Candás y el Cristo del Socorro, de Luanco.
He aquí la historia del milagroso Cristo de Candás tal como la narra el cronista de Carreño Marino Busto:
«En una de las pesquerías de ballenas, cerca de las costas irlandesas, se produjo el hallazgo de una sagrada imagen del Crucificado, conocida, al andar de los siglos, como el Santísimo Cristo de Candás.
El extraordinario hallazgo tuvo lugar un día invernal de los años 1530 ó 1540 cuando los pescadores candasinos, unidos a los vascos, pescaban ballenas en los mares de Irlanda. Traída en triunfo a Candás, la bendita imagen fue llevada procesionalmente a lo largo de las pinas callejuelas de la villa a la capilla del Hospital de Peregrinos, anexo a la iglesia parroquial, en la que permaneció un siglo, al cabo del cual se trasladó al altar mayor de la iglesia de San Félix, hasta su colocación definitiva en el Camarín, en el año 1728.
Aurelio de Llano Roza de Ampudia describe el patronazgo del Santísimo Cristo del Socorro sobre las gentes de Luanco:
«Dice la tradición que el 5 de febrero de 1776 salieron las lanchas de Luanco a la pesca del besugo. A larga distancia de la costa fueron sorprendidas por una tormenta que las obligó a regresar a puerto, pero se encontraron con la barra infranqueable. Las familias de los marineros presenciaban desde el muelle el próximo hundimiento de las embarcaciones. Entonces los sacerdotes, revestidos y descalzos, tomaron el Cristo sobre sus hombros, y entonando el Miserere, lo presentaron delante del mar.
Los marineros ganaron el puerto, yendo luego a postrarse a los pies del Cristo acompañados de todo el pueblo».
El romance de la marinería, recogido por Juan Luis Álvarez del Busto, cronista oficial de Cudillero, resume ese cúmulo de sentimientos religiosos que impregnan el trabajo del pescador:
«Cuandu llaman pa la mar
del suañu tamus gozandu,
ya dicin nuestras muyaris:
¡Arriba, que tan llamandu!
Luagu cogemos la balda,
cordelis, ya la ración;
vamus, rapacis, al mualli
a ver qué manda el patrón.
Muchachus, todus a bordu!
nusoutrus a la mar vamos,
y a la salida del puartu
a Dios nus encomendamus.
El borriqueti va inriba
isandu de la mayor,
ya llevamus en'a proa
nuestru amado Redentor.
Ya llegamus a la playa
nos punsu Dios mal semblanti,
ya n'a perilla del palu
llevu la Virgen del Carmen.
Nos pusimus n'oración:
Te rogamus Virgen Pura
por la Pasión de tu Hijo
que nus saquis de l'altura.
Poner lus barcus en vela
con el viantu al Noroesti,
a las dos horas andadas
se nus llamó el Suroesti.
Unus dicin: Riza, riza;
otrus dicin: bonancea;
ofrezcamus una misa
al Santu Cristu Piñera.
Vianin lus barcus orzandu,
nun puadin tomar el puartu:
mira las nubis que cuarrin,
míralas que van curriandu;
alza lus ojus pa riba,
ya mira pal firmamentu,
qu'el Señor que ta en'u altu
dumina lus elementus.
Si ya del Noresti el viantu,
que Norti sualin llamar,
homis, muyaris, ya neñus
que baxin a sabordar.
Si ya'l viantu al Suroesti,
que fitu sualin nombrar,
para Candás d'arribada,
las peñas hay que amontar,
ya'l Santu Cristu El Socorru
un credu i hemus rezar».